domingo, 13 de junio de 2010

CULTURAS INNOVADORAS 2.0, Juan Carrión 2009


¿Neandertales o cromañones?

Dos especies humanas bien diferenciadas, de un modo rápido, los neandertales eran una especie fuerte y robusta, con un cráneo algo mayor que la de sus iguales, los cromañones, pero claro, aunque a simple vista les podamos considerar superiores, había entre ellos un rasgo clave que los separó definitivamente, forzando probablemente la extinción de los primeros, la capacidad de adaptarse al cambio. Los cromañones eran previsibles, se anticipaban a las estaciones, cambiaban de localización antes de que llegara el frío, futurizaban.

Bajo este símil de especies humanas, Juan Carrión pone de manifiesto que en el mundo de la empresa sucede prácticamente lo mismo. Por un lado, desde los inicios del capitalismo, se fueron forjando empresas neandertales, fuertes, con gran capacidad productiva, que coparon los mercados e impulsaron la economía de los países. Pero claro, en los últimos 20 años, la cosa ha cambiado de manera considerable, y una de las claves de ese cambio es, la globalización. Surge una hipercompetitividad desconocida para los grandes monopolios del metal de EEUU, o para las pioneras en la informática, que les obliga a replantearse su visión de la empresa para no condenarse de muerte, les obliga a convertirse en empresas cromañonas. Difícil cambio de paradigma para alguno y oportunidad de negocio para otros.

Pero, que otros defectos tiene una empresa neandertal. Juan destaca el bajo humanismo que los directivos de las empresas neandertales aplican en la filosofía de sus empresas. Aquí, la empresa acaba convirtiéndose en una jaula para muchos, en la que desarrollan patologías de las más variadas: los muertos vivientes, los adictos al trabajo, los quemados, los estresados,...

¿Muertos vivientes? Parece increíble pero, es la triste realidad. Trabajadores sin ninguna función, que vagan tristemente por la empresa, dejando pasar el tiempo, con la esperanza de que algún día, algún iluminado les de alguna atribución para poder desempeñar en la ella. Pero claro, esta situación despierta, como apuntaba Richard Sennet, el fantasma de la inutilidad. Triste situación en la que el ser humano, de no muy avanzada edad, comienza a analizar su dramática situación generada por la inactividad de su puesto y ve, como cada día que pasa, va siendo menos útil para trabajar, hasta convertirse en un triste cuarentón deprimido que da su carrera profesional por finalizada.

Y qué decir de los jóvenes que acceden a ellas, en muchas, y yo he podido comprobarlo en mis carnes, se buscan jóvenes que sean dóciles y acaten bien las decisiones para que faciliten las cosas a sus jefes. Pero claro, pone de manifiesto, que en una sociedad que dice perseguir el talento, este tipo de empresas neandertales, sólo lo quieren para tirarlo luego a la basura y que no lo usen otros. Y claro, podremos pensar, menuda estupidez, pero en el fondo es así de idiota, es una forma de pensar arcaica, que en vez de utilizar la savia nueva de los jóvenes, las nuevas ideas, quizás incluso más cercanas a las necesidades reales de la sociedad que las que puedan percibir los viejos carcamales con su dilatada experiencia, prefieren ser continuistas y no arriesgar, con lo cual, a mi juicio, les aboca a un triste destino, el fracaso.

Con lo cual, podemos concluir, que al igual que la extinción de los neandertales hoy es un hecho, la extinción de sus homólogos en la empresa, sufrirá en mismo proceso natural de continuidad de las especies, en las que no sobrevive sólo el más fuerte, sino el que mejor sepa adaptarse a los cambios.


 


 

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